
La escritura es como una conversación que ocurre en silencio: la voz está ahí, el ritmo existe, y el lector decide si se queda o se va en cuestión de segundos. En este artículo voy a acompañarte paso a paso por los fallos de estilo más habituales que veo una y otra vez —esas pequeñas imperfecciones que desacreditan textos brillantes— y te daré herramientas concretas y fáciles de aplicar para corregirlos. No se trata de reglas rígidas, sino de soluciones prácticas para que tu texto respire mejor, persuada más y conserve la atención del lector. Me dirigiré a ti como a un compañero de trabajo: directo, claro y sin tecnicismos innecesarios, porque el buen estilo, más que conocimientos académicos, exige hábito y oído.
Antes de empezar, una aclaración útil: no recibí una lista de palabras clave para integrar literalmente en el texto, así que he elegido integrar de manera natural los términos y frases que más frecuentemente aparecen en discusiones sobre errores de estilo —términos como “vaguedad”, “muletillas”, “ritmo”, “registro”, “concordancia”, “puntuación”— para que el artículo sea coherente y funcional sin sonar forzado. Si tienes una lista específica que quieras incluir, puedo reescribir partes para incorporarla palabra por palabra. Ahora, pongámonos manos a la obra.
Por qué importa corregir los errores de estilo
Es posible que hayas escrito un texto impecable en cuanto a ortografía y gramática, pero que aun así no conecte con tus lectores. El estilo es el carácter de tu escritura: define la claridad, la energía y la credibilidad de lo que dices. Un mensaje interesante puede perderse si el estilo no acompaña: los lectores se distraen, interpretan mal o abandonan la lectura. Por eso corregir errores de estilo no es un lujo; es una inversión en efectividad comunicativa.
Además, pulir el estilo mejora la percepción que otros tienen de ti. En contextos profesionales, académicos o creativos, un texto con buen ritmo y coherencia transmite solidez y respeto por el lector. ¿Quieres que tu idea sea tomada en serio? Entonces cuida el estilo. Y no te preocupes: mejorar el estilo no exige talento innato, sino práctica y atención a patrones recurrentes que ahora vamos a desgranar con ejemplos claros y consejos accionables.
Qué consideramos “errores de estilo” y cómo detectarlos
No todo lo que se llama “error de estilo” es igual: algunos son problemas de elección de palabras; otros, fallos estructurales; otros, hábitos de escritura que entorpecen la lectura. En general, un error de estilo hace que el lector trabaje más de lo necesario para entender tu idea. Para detectarlos, lee en voz alta: las frases que suenan torpes o que tropiezan con demasiadas pausas suelen esconder fallos de estilo. Pide a alguien que no conozca el tema que lea tu texto; la incomprensión o las preguntas repetidas indican puntos que necesitan afinación.
Otra técnica efectiva es dejar reposar el texto y revisarlo al día siguiente con la intención de cortar lo innecesario. El ojo fresco percibe repeticiones, vaguedad y exfoliaciones de tono que pasan desapercibidas en la primera escritura. En las siguientes secciones examinaremos los errores más frecuentes uno por uno, con ejemplos y soluciones claras.
Errores frecuentes: vaguedad y falta de concreción
La vaguedad es el enemigo silencioso del entendimiento. Frases como “se hicieron cambios importantes” o “hay problemas con el sistema” no dicen nada concreto y dejan al lector adivinando. Evitar la vaguedad implica usar nombres, cifras, descripciones precisas y ejemplos. En vez de “cambios importantes”, escribe “se redujo el tiempo de respuesta de 10 a 3 segundos”, y en lugar de “problemas con el sistema”, describe si son fallos de seguridad, errores de interfaz o caídas del servidor.
Un truco práctico: tras escribir una frase, pregúntate “¿quién, qué, dónde, cuándo y cómo?” Si no puedes responder al menos a dos de esas preguntas, probablemente tu frase sea vaga. Ser conciso no significa ser escueto; significa ser exacto. Otra técnica consiste en reemplazar términos generales por detalles sensoriales o numéricos que anclen la idea en la mente del lector.
Ejemplo y corrección
Ejemplo erróneo: “Se hizo una mejora en el producto y la gente la aceptó bien.”
Corrección: “Se añadió una función de búsqueda avanzada al producto, y en las primeras dos semanas la tasa de uso diaria aumentó un 35% entre usuarios activos.”
La segunda opción ofrece datos y una acción concreta, lo que transforma una afirmación tibia en una evidencia persuasiva.
Errores frecuentes: repetición y muletillas
Las repeticiones innecesarias y las muletillas (palabras o expresiones que se usan sin aportar significado, como “básicamente”, “en realidad”, “digamos”) empobrecen el texto y cansan al lector. Muchas personas usan muletillas por hábito; identificarlas exige lectura crítica o ayuda externa. Un ejercicio útil es detectar las palabras que aparecen con excesiva frecuencia y sustituirlas por sinónimos o reformular la oración para eliminarlas.
También es importante evitar repetir la misma información en diferentes párrafos sin aportar valor nuevo. Si necesitas enfatizar algo, hazlo con un dato adicional, una analogía o una implicación práctica, no con la misma frase repetida.
Lista: estrategias para eliminar muletillas
- Graba la lectura en voz alta y escucha las muletillas.
- Usa la función “buscar” para localizar palabras repetidas y valores léxicos frecuentes.
- Reescribe oraciones cortas en una sola oración más clara cuando sea posible.
- Pide a un lector que marque cada vez que detecte una muletilla.
Errores frecuentes: oraciones demasiado largas y falta de ritmo
Las oraciones largas no son malas por sí solas, pero cuando se convierten en bloques ininterrumpidos, el ritmo desaparece. Un texto con variaciones de longitud de oración —cortas, medianas y largas— tiene musicalidad y facilita el seguimiento de las ideas. El ritmo igual es importante en párrafos: alternar frases explicativas con frases de impacto ayuda a mantener la atención.
Si notas que tus párrafos son laberintos de subordinadas, considera dividir oraciones y usar conectores claros. También puedes transformar una oración larga en una lista para mejorar la digestión de la información.
Ejemplo y técnica de mejora
Antes: “Aunque el proyecto empezó con buenas expectativas y un presupuesto reducido, pronto surgieron problemas técnicos que complicaron la logística, retrasos en las entregas y la necesidad de renegociar con proveedores, lo cual terminó afectando la moral del equipo.”
Después: “El proyecto comenzó con buenas expectativas pero con un presupuesto ajustado. Pronto surgieron problemas técnicos que complicaron la logística y provocaron retrasos en las entregas. Fue necesario renegociar con proveedores, y todo esto afectó la moral del equipo.”
La versión revisada ofrece pausas útiles y foco en cada idea.
Errores frecuentes: abuso de adjetivos y adverbios
Los adjetivos y adverbios son herramientas valiosas, pero su abuso puede debilitar el texto. Si cada sustantivo trae un adjetivo y cada verbo un adverbio, el lector termina saturado. Un principio práctico: prefiere verbos y sustantivos fuertes que sostengan el significado sin tanta modificación. En vez de “correr muy rápido”, elige “sprintar” o “correr a toda velocidad”; en vez de “muy interesante estudio”, escribe “estudio revelador”.
Otra recomendación es reducir los adverbios de juicio (muy, extremadamente, sumamente) y usar valoraciones concretas (porcentaje, comparación, ejemplo) que respalden la intensidad que quieres transmitir.
Errores frecuentes: registro y tono inadecuados
El registro es la distancia entre quien escribe y el lector; elegir el registro equivocado crea desconexión. En textos profesionales, un tono demasiado coloquial puede restar seriedad; en textos promocionales, un tono excesivamente técnico puede alejar a clientes potenciales. Antes de escribir, define a tu lector ideal: ¿es un colega experto, un público general, un cliente primerizo? Ajusta vocabulario, nivel de detalle y casos prácticos al público.
Mantener el mismo registro a lo largo del texto también es crucial. Cambiar de formal a informal en la mitad de un artículo confunde al lector y reduce la coherencia. Si deseas introducir un tono más cercano, hazlo gradualmente, con microanécdotas o preguntas retóricas bien colocadas.
Errores frecuentes: anglicismos y extranjerismos innecesarios
En la era digital, usar anglicismos es fácil y tentador. Sin embargo, muchas veces existe un equivalente claro en español que suena más natural al lector. Usar extranjerismos sin necesidad puede mostrar falta de cuidado por la audiencia y, en algunos casos, complicar la comprensión. Antes de incorporar un anglicismo, pregúntate: ¿no existe una opción en español que exprese lo mismo con claridad?
A veces los anglicismos son necesarios por ser términos técnicos sin equivalente aceptado; en esos casos, preséntalos y explícalos la primera vez para no perder al lector.
Errores frecuentes: puntuación pobre y comas mal usadas
La puntuación organiza el pensamiento en el texto; una coma mal puesta puede cambiar el sentido de una oración. Errores comunes incluyen coma splice (unir dos oraciones independientes con una coma sin conjunción), abuso de comas para no usar puntos, y separar sujetos de verbos innecesariamente. Aprende las reglas básicas: la coma separa elementos dentro de la oración, no une oraciones completas; el punto marca un cierre de idea; el punto y coma enlaza ideas relacionadas pero independientes.
También presta atención a signos de interrogación y exclamación: no abuses de ellos y evita usarlos donde no aportan intensidad real. Finalmente, respeta las reglas de los dos puntos para listas o explicaciones directas; abusar de ellos empobrece el ritmo.
Errores frecuentes: tiempos verbales y concordancia inconsistente
Cambiar de tiempo verbal sin razón es un error que confunde la línea temporal y la coherencia. Si empiezas en pasado para relatar una experiencia, mantén el pasado salvo que haya un motivo para saltar al presente. En textos expositivos, usar el presente histórico puede ser un recurso estilístico, pero debe mantenerse uniforme. La concordancia entre sujeto y verbo también es básica: asegúrate de que el número y la persona coincidan.
Cuando trabajas con informes y datos, selecciona un tiempo verbal que refleje la posición del texto: presente para conclusiones generales y pasado para acontecimientos ya sucedidos. La consistencia temporal da seguridad al lector y evita malentendidos.
Errores frecuentes: abuso de la voz pasiva
La voz pasiva no es mala en sí misma, pero su uso excesivo puede diluir la responsabilidad y hacer las frases menos dinámicas. Frases como “Se decidió que se implementaran cambios” suenan impersonal; en muchos contextos es mejor usar la voz activa: “El equipo decidió implementar cambios.” La voz activa suele ser más directa, clara y económica.
Sin embargo, la pasiva es útil cuando el agente es irrelevante o quieres destacar el objeto de la acción. Aprende a alternar conscientemente entre voz activa y pasiva según la intención comunicativa.
Tabla: Resumen de errores, por qué ocurren y cómo evitarlos
Error | Por qué ocurre | Cómo evitarlo |
---|---|---|
Vaguedad | Falta de datos o pereza al especificar | Usar quién, qué, cuándo, dónde, cómo; añadir cifras o ejemplos |
Muletillas | Hábitos orales aplicados a la escritura | Leer en voz alta, usar búsqueda de palabras, pedir retroalimentación |
Oraciones largas | Deseo de explicar todo en un solo enunciado | Dividir en oraciones más cortas, variar ritmo |
Abuso de adjetivos/adverbios | Compensación por verbos débiles | Elegir verbos y sustantivos más fuertes |
Registro inadecuado | No definir al lector ni el propósito | Establecer audiencia y tono desde el inicio |
Puntuación incorrecta | Falta de conocimiento o prisa | Revisar reglas básicas y leer el texto en voz alta |
Concordancia temporal | Cambios de enfoque o distracción al escribir | Revisar tiempos verbales en una segunda lectura |
Voz pasiva excesiva | Evitar mencionar agentes o responsabilidad | Preferir voz activa salvo que la pasiva tenga propósito |
Estrategias probadas para mejorar tu estilo ahora mismo
No necesitas reescribir todo en una sola sesión. Aquí tienes acciones concretas, rápidas y poderosas que puedes aplicar ya mismo para notar una mejora:
Primero, lee en voz alta durante cinco minutos. Esto muestra tropiezos y muletillas al instante. Segundo, identifica tres palabras que repitas con frecuencia y encuentra sinónimos o reformulaciones para reducir la repetición. Tercero, convierte una oración compleja en una lista de puntos si contiene varias ideas. Cuarto, reduce un párrafo eliminando adjetivos o adverbios redundantes hasta que cada palabra cuente. Estas pequeñas acciones incrementales mejoran la claridad y la economía del texto de forma notable.
Lista de verificación rápida antes de entregar un texto
- ¿He usado datos concretos donde era posible?
- ¿Hay muletillas o repeticiones evidentes?
- ¿Las oraciones varían en longitud para mantener el ritmo?
- ¿El registro coincide con mi audiencia?
- ¿La puntuación respeta las pausas naturales del discurso?
- ¿He preferido voz activa salvo cuando la pasiva aporta algo?
Errores por exceso de complejidad: jergas, tecnicismos y fraseología elegante
A veces los escritores confunden complejidad con profundidad y saturan el texto con jerga o tecnicismos innecesarios. Esto puede ser útil en contextos especializados, pero para audiencias generales reduce la accesibilidad. Si tu público no es experto, explica términos técnicos la primera vez que aparecen y ofrece alternativas sencillas. El lenguaje culto por sí mismo no demuestra inteligencia; lo hace la capacidad de explicar con claridad.
Una frase elegante no sustituye a una idea clara. La elegancia real en la escritura reside en decir mucho con poco y en elegir términos precisos que carguen significado sin adornos superfluos.
Cómo practicar y mantener la mejora del estilo
Mejorar el estilo es como entrenar un músculo: requiere práctica regular. Lee autores que admires y trata de identificar qué hace que su prosa funcione: ritmo, economía, humor, claridad. Copia pasajes para estudiar su estructura (siempre con fines de aprendizaje, no de plagio). Escribe diariamente, aunque sean 200 palabras, y revisa lo escrito identificando un aspecto a mejorar cada día: hoy la puntuación, mañana la voz, pasado mañana la concreción.
Además, acoge la retroalimentación externa. Un lector crítico y honesto te señalará patrones que tú no ves. Usa herramientas digitales para detectar repeticiones y errores, pero no dependas únicamente de ellas; ninguna herramienta sustituye al juicio humano.
Ejercicios prácticos para entrenar el buen estilo
Aquí tienes tres ejercicios simples y efectivos:
1) Ejercicio de condensación: Toma un párrafo de 150-200 palabras y reduce su extensión a la mitad sin perder la idea central. Esto entrenará tu capacidad de sintetizar y elegir palabras precisas.
2) Ejercicio de voz: Reescribe un texto usando sólo voz activa, y luego vuelve a escribirlo sólo en pasiva. Observa cómo cambia la percepción y decide cuál funciona mejor en cada caso.
3) Ejercicio de ritmo: Escribe un texto breve y luego marca las oraciones largas y cortas. Ajusta para que haya alternancia y musicalidad. Repite hasta que el texto suene natural al leerlo en voz alta.
Estos ejercicios, realizados con constancia, afinan el oído y transforman hábitos de escritura.
Recursos y lecturas recomendadas
Si quieres profundizar, te recomiendo acercarte a manuales prácticos que combinan teoría y ejemplos: guías de estilo de editoriales respetadas, diccionarios de dudas y libros sobre escritura creativa que enfatizan la economía del lenguaje. Además, blogs y talleres de escritura suelen ofrecer ejercicios aplicables y retroalimentación directa. Suscribirte a clubes de lectura o grupos de intercambio de textos también ayuda porque nada enseña tanto como leer la reacción de otros ante tu texto.
Si quieres, puedo proponerte una lista personalizada de lecturas y recursos online según el tipo de texto que sueles escribir: académico, periodístico, publicitario o creativo.
Errores frecuentes: estructura global y falta de hilo conductor
Más allá de las frases y los párrafos, muchos textos fallan por no tener una estructura clara: introducción que no aclara el propósito, desarrollo desordenado y conclusión débil. Para evitar esto, aplica la regla de tres: plantea la premisa, desarrolla tres ideas principales que la sostengan y cierra con una conclusión que reafirme la importancia del mensaje. Esta simplicidad no limita la complejidad de tu argumento; la ordena.
Usar señales de transición claras entre secciones también ayuda al lector a seguir el hilo. Frases como “en primer lugar”, “sin embargo”, “por tanto” funcionan como guías cognitivas. No abuses de ellas, pero utilízalas para marcar cambios de dirección o énfasis.
Ejemplo práctico: transformar un texto problemático
Voy a describir en términos generales cómo transformar un texto problemático: imagina un informe lleno de frases largas, datos dispersos y un lenguaje frío. Primero, extrae la tesis y ordénala en una oración clara. Segundo, reúne los datos relacionados y organizaciónalos en subsecciones con subtítulos. Tercero, reescribe cada párrafo para que empiece con una idea fuerte y continúe con soporte. Finalmente, agrega una conclusión que ofrezca una implicación práctica o una llamada a la acción. Este proceso incremental convierte un documento denso en una pieza legible, útil y persuasiva.
Checklist final para una revisión eficaz
A continuación tienes una lista de verificación práctica para la última revisión antes de publicar o entregar un texto:
- Claridad: ¿Se entiende la tesis principal en la primera sección?
- Concreción: ¿Incluye datos o ejemplos que anclan las afirmaciones?
- Ritmo: ¿Varían las longitudes de las oraciones y hay pausas naturales?
- Economía: ¿Se eliminaron palabras redundantes?
- Puntuación: ¿Hay comas, puntos y conectores bien colocados?
- Registro: ¿El tono coincide con la audiencia prevista?
- Consistencia: ¿Se mantienen tiempos verbales y voz coherentes?
- Impacto: ¿La conclusión ofrece una implicación o acción clara?
Un último consejo para escritores en crecimiento
La paciencia es clave. Mejorar el estilo no es un proceso inmediato sino acumulativo: cada revisión, cada lectura en voz alta y cada ejercicio te acercan a una mayor soltura. No busques la perfección; busca la comunicación efectiva. Acepta que algunos textos necesitarán más trabajo que otros y que el desgaste creativo forma parte del oficio. Celebra las pequeñas victorias —un párrafo más claro, una frase más enérgica— porque son la señal de que tu oído se afina y tu estilo evoluciona.
Si te interesa, puedo revisar un texto tuyo y señalar los errores de estilo más relevantes con comentarios concretos y sugerencias de reescritura. La retroalimentación personalizada acelera el aprendizaje de forma notable.
Conclusión
Mejorar el estilo consiste en identificar patrones que entorpecen la lectura —vaguedad, muletillas, oraciones interminables, abuso de adjetivos, registro inapropiado, anglicismos innecesarios, errores de puntuación y falta de coherencia temporal— y aplicar técnicas sencillas y repetibles: leer en voz alta, priorizar la concreción, variar el ritmo, preferir verbos y sustantivos fuertes, mantener el registro apropiado, alternar voz activa y pasiva con intención, y revisar con una lista de verificación; con práctica diaria y ejercicios específicos podrás transformar tu prosa, hacerla más clara, persuasiva y agradable para el lector, y si deseas puedo ayudarte con revisiones y ejercicios personalizados para acelerar ese proceso.
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